Aún no se lo he dicho a mi jardín nace de una necesidad que solo he sabido atender en privado: escribir en español.
Llevo cuatro años escribiendo y publicando exclusivamente en inglés y echo de menos mi lengua materna. En un intento cursi por entender algo tan profundo, me dirigí hacia mi jardín: ardillas, pavos reales, iguanas, helechos, alocasias, robles, clusias y palmeras mirándome con esa manera exquisita de existir que tanto envidio. Sin prisa, sin nada de demostrar, sin nadie a quien seducir. Ojalá algún día sentirme así.
Tengo treinta años y sueño despierta con mi jubilación. Me imagino dedicándome a la terrorífica práctica diaria de la escritura y la hermosa tarea de cuidar de un jardín frondoso con un millón de especies cuyas nomenclaturas botánicas me sabré de memoria.
Miré por la ventana, vi mi jardín, y pensé: ¿Por qué no empezar ahora?
